jueves, 19 de mayo de 2011

Teatro en La Isla




En el número dos de nuestra revista, hemos decidido inaugurar el género teatral con una colaboración muy honrosa. La dramaturga Mariluz Suárez Herrera nos presenta este juego escénico de un sólo acto, de evidente humor negro y agudo. Nos pareció que La Isla era el mejor espacio para una ocasión especial, dado que la sección completa está dedicada a la obra. Esperamos sea de su agrado.

ZAPATOS PARA CORRER
de: Mariluz Suárez Herrera

Imagen: Mariluz Suárez y Saúl Ibargoyen

                                   Para Rosana Ibargoyen y Hugo García Robles
Franco          45 años
Sara               30 años
Alfredo        43 años
El escenario estará dividido en tres partes. Un despacho modesto. Cocina de una ama de casa, habrá exceso de cuchillos como parte de la decoración. Siempre que Sara esté en la cocina jugará con un cuchillo, amenazando, picando, simulando cortarle la garganta al interlocutor, lanzando tiro al blanco.  Del lado derecho habrá una mesa de una moderna cafetería donde se usa Internet. Sara preparará alimentos siempre que esté en la cocina, Franco comerá comida chatarra durante toda la obra. Alfredo usará exceso de oro: cadenas, esclavas, anillos que irán disminuyendo en cada aparición hasta quedar vestido de manera modesta en la última escena. Entra  Alfredo en el despacho de Franco, haciendo ostentación de riqueza, usa ropa notablemente cara,  mira la computadora, la enciende, la apaga, toma un celular, oprime botones. Toma un beeper, lo deja sobre el escritorio. Se pone los audífonos  de un I pod, camina unos pasos. Mientras hace todo esto se escucha: 
Voz de hombre en off: (Sonido contestadora) Habla Franco puede dejar mensaje, más   
                       tarde me comunico.
Voz de mujer en off: (Sonido contestadora) Habla Sara, puede dejar mensaje, más tarde me comunico.
Franco en off: Sarigüela, mañana voy a León, quiero que vayas conmigo. Sólo es un día. Llámame.
Sara en off: Tengo trabajo, no puedo.
Franco en off. Hablo en serio, no me castigues. Son sólo son unas horas.
Sara en off: Yo también hablo en serio, mis alumnas no esperan, les prometí una Isla Flotante, entre otras cosas.
Franco en off: Acabo de leer tu correo electrónico, es muy atractivo todo lo que me dices, pero quiero saber, de una buena vez, si te interesa viajar conmigo. (Alfredo deja todo como estaba, abre la puerta y sale muy lentamente) Te espero a las seis en mi despacho, no quiero excusas, cenaremos juntos.
Entran Franco y Sara en la cocina.
Franco:         (Se quita el saco, se sienta) Estoy harto de hablar con un celular, una contestadora y una dirección de correo electrónico. Ni siquiera durante la cena pudiste apagar ese pinche aparato.  (Sara se pone un mandil, empieza a preparar algo) ¿Puedes dejar eso por la paz? Esto tiene que cambiar.
Sara:             O terminar.
Franco:         Yo no dije terminar, me comprometí con un ser humano, no con un aparato que se conecta, ni con una máquina de hacer pasteles.


Sara:              Yo podría decir exactamente lo mismo. (Franco saca un cenicero, cigarrillos y encendedor de su saco, trata de encender el cigarro) Sí, es el momento de hablar, tenemos que arreglar esta situación.
Sara               No, no, ni se te ocurra, vas a contaminar todo.
Franco:         ¡Esta es mi casa!
Sara:              ¡Esta es mi cocina!
Franco:         (Le quita lo que tiene en las manos) ¿Qué significa la palabra compromiso para ti?
Sara:              Un papel, como estos. (Acomoda hojas sueltas con recetas de cocina) Así cuadrado, casi transparente.
Franco:         Sí, claro, búrlate, un papel como todo este montón  que eternamente manoseas (toma papeles, los avienta) para todo eso que preparas  y que nunca tenemos el gusto de comer.
Sara:              (Pone una cacerola al fuego) Estos papeles que manoseo y todo esto que preparo es lo que nos da “de comer”.
Franco:         Ah, ya vas con tus reclamos, te habías tardado.
Sara:                          En mi familia los hombres son los que llevaban lo poco de ganancia  a sus mujeres.
Franco:         Sus mujeres, tú lo has dicho, yo sólo tengo una y no sé si es mía o de la estufa o del horno. Y si no hay trabajo, no hay trabajo… tú decidiste cooperar, nadie te lo pidió.



Sara:                          Nadie me pide nada pero no puedo sentarme a esperar que las cosas cambien. Mira no hay nada, lo poco que compro es para las clases de cocina. Y cuando sobra es para pagar la renta de tu despacho. Un hogar, eso dijimos que tendríamos un hogar.
Franco:         Es un bache, ya saldremos, verás que lo de León…
Sara:             (Incrédula) Ajá.
Franco:          Es una muy buena oferta.
Sara:                         No me vengas con historias de viajes, me invitas para que pague tus cuentas, como la cena de hoy.
Franco:         Dejé la tarjeta en el despacho.
Sara:                          Inventa otro pretexto, ése ya está muy choteado. (Saca un recipiente, empieza a batir) Si no tienes un quinto para qué  inventas salir a cenar.
Franco:         ¿Vas a cocinar? ¿Ahorita? ¡Son las once de la noche!
Sara:                         Voy a trabajar, se llama trabajo. Por si no te habías dado cuenta, yo trabajo mientras mi marido dice que busca empleo.
Franco:         ¿A qué hora es tu clase?
Sara:              ¡Cuidado con ese queso! Es muy caro, por poco lo tiras.
Franco:         No, no he tocado tus cosas.  Hasta el día de hoy no entiendo de dónde te salió esta afición por la comida.
Sara:                         Yo si sé, mi mamá nos mandaba a hacer mandados, yo era la encargada de comprar un buen pedazote de falda, siempre fiada y hacía un puchero que ni te digo. Hasta los perros se relamían.
Franco:         Me imagino.

Sara:              Y mi papá, para él todo estaba siempre riquísimo, (con nostalgia) pero creo que  decía eso porque estaba muy enamorado de ella.
Franco:         Qué interesante.
Sara:                          Lo que sí recuerdo es que ella se sentía culpable de nuestra pobreza. Todavía hoy sueño cuando era niña, siempre callada, siempre avergonzada, sentía la mirada humillante de los vecinos.
Franco:         Eso ya pasó. Hablemos de hoy, ¿te vas a tardar mucho?
Sara:              Lo necesario, como yo no tengo que hacer como que trabajo.
Franco:         Es una pregunta inofensiva, no se puede contigo, siempre agrediendo.                              (Suena celular) Mensaje, ¿a estas horas? (Leyendo) faltan cinco días para el                      treinta de junio. ¿Qué es eso, qué mensaje es este?  ¿Por qué me mandas esta              estupidez?
Sara:              A ver, déjame ver.
Franco:         Mira, léelo.
Sara:              No necesito ya  me lo leíste, y yo no lo mandé.
Franco:         Cómo que no, mira es tuyo, mira.
Sara:              Ya Franco, vete a dormir, alguien se equivocó de número.
Franco:         Estos aparatos, me tienen hasta la madre.
Sara:                         Bueno pues, regresa a la edad de piedra, vende todo, a ver si puedes vivir
sin ellos.
Franco:         Yo podría, tú no. Hasta para lo más simple lo sacas de Internet. (Toma una hoja y lee) “El vino tiene que ser un tinto no muy poderoso, más bien ligero…” “Postre tradicional de fuente hispana, con infinidad de variantes y secretos.”
Sara:                          Vete a dormir, vete a tu mentado viaje (saca dinero de su bolsa, lo pone sobre la mesa) y ya hablaremos a tu regreso.
 Franco toma el dinero de mala gana y sale, Sara sigue en lo suyo mientras baja la luz.
Luz de mañana. Entra Franco en el despacho, lleva una maleta pequeña. Enciende la computadora,  guarda documentos en la maleta.
Franco:         (Leyendo) ¡Faltan cuatro días para el treinta de junio! Qué broma es ésta,  (Marca por el celular) Sara ¿vas a seguir chingando? De que se trata, cómo que no sabes, claro que sabes. Bueno, espero me tengas una explicación hoy en la noche. (Para sí) Treinta de junio, qué pasó el treinta de junio. Cumpleaños, muerte, no, aniversario, no, junio, junio, no eso fue en septiembre. Bueno, me voy. Sale 
Entra Alfredo en el despacho, lleva unos periódicos se acomoda plácidamente para leer, pone los pies sobre el escritorio, baja la luz.
 Luz de noche, entra Franco en el despacho, misma ropa, misma maleta, se ve cansado, enciende la luz.
Franco:         (Hablando por celular) Nena, ya estoy en la ciudad, vine al despacho por unos papeles, llego en un rato. (Sale Alfredo del baño, Franco muy sorprendido, suelta todo lo que lleva en las manos) ¿Quién es usted, cómo entró?
Alfredo:       Calma, calma no voy a hacerte nada.
Franco:         ¿Por qué me tutea, quién le abrió?


Alfredo:       (Le muestra unas llaves) Mis llaves, veo que no has hecho ninguna modificación, en todo este tiempo.
Franco:         Cuál tiempo.  
Alfredo:       No te hagas, no te queda.
Franco:         Dígame qué quiere o llamo a la policía.
Alfredo:       Sólo he venido a recordarte que faltan cuatro días para el treinta de junio.
Franco:         Ah, es usted el de los mensajitos. Qué carajos quiere. Ocúpese de algo útil y salga de aquí,  (trata de arrebatarle  las llaves) inmediatamente.
Alfredo:       No sabes quien soy ¿verdad?
Franco:         No, no lo sé, y ¿por qué tiene llaves de mi despacho?
Alfredo:       Pinche Franco, dejo de verte un poco más de seis años y ya me desconoces.
Franco:         ¿Alfredo?  (duda) claro, eres tú.
Alfredo:       ¡Vaya!, no puedo creer que te hayas olvidado de mí.
Franco:         ¡Estás muy flaco!
Alfredo:       Yo diría que cuido mi figura.
Franco:         Y se ve que has progresado pero mira, la verdad es que tengo la cabeza en la luna, tengo demasiadas preocupaciones y…
Alfredo:       Pues ya se acabaron, tienes resuelta casa, vestido y sustento, te lo digo yo que ya pasé por eso, allá no te faltará nada.
Franco:         Déjame decirte, hace tres años tuve que casarme y desde entonces… ¿dónde allá?
Alfredo:       ¿Tuviste? Ah, entonces eres un feliz padre.
Franco:         No, no fue por eso, ya te lo explicaré.

Alfredo:       (Le entrega un sobre) Cumplí mi parte, ahora te toca a ti.
Franco:         Tenemos mucho que hablar, vamos, aquí junto hay una cafetería, o acompáñame a mi casa, te presentaré a mi compañera.
Alfredo:       No, por ahora no. Qué tal si nos vemos mañana.
Franco:         Bueno, mañana a estas horas en la cafetería de aquí junto.
Alfredo:       Mientras tanto empieza a ahuecar el ala, allá te están esperando, te va a gustar.     (Los dos salen)
 Sara trabaja en su computadora en el café,  entra Franco, viene del baño frotándose las manos, se sienta y  come.
Sara:              (A Franco sin quitar la vista de la pantalla) ¿Vino o cerveza?
Franco:         Tomaré agua.
Sara:              Debimos de haber ido a la fondita que te dije.
Franco:         Está muy pinche.                   
Sara:                         Pero la comida está bien hecha. Oye, más vale que sea importante lo que tienes que decirme, tengo mucho trabajo, para mañana quieren torrejas, hay que hervir leche, cortar las rodajas de pan, dejarlo reposar, enharinar ay, creo que no tengo canela.
Franco:         Ya Sara, podrías de dejar de hablar siempre de lo mismo.
Sara:                          Eres un caso ¿eh? ¡Otra vez aquí! No sales del mismo lugar, ni cocinar saben, eso que te pedí dicen que es ensalada de atún, pero parece vomitada.
Franco:         Gracias, ¡anímame a comer!
Sara:              Qué, ¿no podrías decirme en la casa, lo que te traes entre manos?
Franco:         No.

Sara:              Ah bueno pues te escucho.
Franco:         No sé por dónde empezar…
Sara:              No seas tímido, te ayudo si quieres.
Franco:         Deja tu ironía para más tarde.
Sara:              De todos modos es un discurso que ya me sé de memoria.
Franco:         ¿Me puedes escuchar?
Sara:                         Iban a darme el trabajo pero… No me conviene ese trabajo de León  porque… Creo que voy a pensarlo un poco… sólo un…
Franco:         Te callas, de una buena vez.
Sara:             (En voz baja) Un poco.
Franco:         ¿Te acuerdas de los mensajes sobre el treinta de junio?
Sara:              Sí. Te aclaro, no fui yo.
Franco          Escúchame. ¿Sabes qué día es hoy?
Sara:              (Busca en la pantalla) Veintisiete de junio.
Franco:         Bueno, pues el treinta de junio tengo que estar en Guachochic.
Sara:              En ¿dónde?
Franco:         Cerca de la Barranca de Urique.
Sara:              No entiendo… nada.
Franco:         A ver, empiezo de nuevo.
Sara:              No, no empieces de nuevo, sólo háblame en español.
Franco:         Mira, hace seis años firmé un contrato para trabajar en la Sierra de Chihuahua.
Sara:              Ah, por allí hubieras comenzado. Y ¿qué con eso?

Franco:         Bueno, más bien firmamos.
Sara:              ¿Quiénes firmamos?
Franco:         Mi socio y yo.
Sara:              Ah, tienes un socio… mira, yo más bien creo que es una socia.
Franco:         Sara, esto es serio, deja tu ironía por un rato.
Sara:              (Hace señas alrededor de que hay que  poner atención)  ¡Óido al parche!
Franco:         Somos dos socios, firmamos un contrato, él se fue primero, ahora me toca a mí.
Sara:                         Ah, qué bonito y yo estoy pintada. ¿Por qué nunca me lo dijiste? Me extraña…
Franco:         No tiene por qué extrañarte. La verdad se me olvidó.
Sara:              ¿Así nomás?
Franco.         ¡Por completo! (Sara espulga el plato de Franco) A veces ocurren estas cosas. Hace un poco más de tres años, cuando te conocí, sólo tenía cabeza para ti, me atrapaste en una forma…, todavía el día de hoy sigo sin entenderlo, mi negocio iba muy bien...
Sara:                         Mira, qué mal cocinan, y todavía cobran. (Pausa) Qué insinúas, que soy un ave de mal agüero.
Franco:         No, Sarita, no es eso.
Sara:              ¿No estábamos de acuerdo en que no íbamos a tener secretos?
Franco:         ¡Hace seis años! ¿Tú recuerdas qué estabas haciendo hace seis años?
Sara:                          No, pero sí  recuerdo que hacía hace (duda) digamos… hace unos cuatro, estaba luchando por conquistarte. (Pausa) Dime ya concretamente qué es lo que quieres.
Franco:         Si me permites hablar.
Sara:              Habla.
Franco:         Mi socio ya cumplió su tiempo, ahora yo tengo que remplazarlo.
Sara:              Y ¿qué es lo que quieres?
Franco:         Primero que nada, saber si te irías conmigo.
Sara:              ¿Ahora? ¿Al desierto?
Franco:         Bueno, no es precisamente un desierto, hay un hermoso bosque, están cerca Samachique, Aboreachic y Rocheachic, está el río…
Sara:              (Se pone de pie, apaga la computadora, se prepara para irse) ¡Suficiente!
Franco:         Puedes pensarlo, si quieres, tienes doce largas horas para decidir.
Sara:              No te creo.
Franco:         ¿Necesitas una prueba?
Sara:              Mira, tengo que preparar un lomo Strogonoff para mañana.
Franco:         Esto es serio Sara, no estoy jugando.
Sara:              (Toma sus cosas) Te espero en la casa, cuando acabe de cocinar hablamos.
Sale Sara, se cruza con Alfredo al salir. Franco hace cuentas para pagar.
Alfredo:       (Se acerca) ¿Era ella, verdad?
Franco:         ¿Qué te pareció?
Alfredo:       (Se sienta) Está guapa, ¿por cuantas corcholatas te la cambiaron?
Franco:         No seas cabrón.

Alfredo:       Mira compadre,  no fuiste ni para avisarme, ni para llamar, ni escribir, ni señales de humo, no sé qué rayos pasa por tu cabezota.
Franco:         Todo ha sido muy rápido, tu regreso me ha movido el tapete gruesísimo, la verdad no sé ni qué hacer.
Alfredo:       Pues cumplir con tu parte, no hay otra. ¿Contaste el dinero?
Franco:         No es necesario.
Alfredo:       Ah, me tienes confianza absoluta y me ocultas información.
Franco:         Ya te dije, todo fue muy rápido, me volví loco por ella, lo único cierto es que                  me junté con una mujer y ahora vivo con otra.
Alfredo:       No papacito, eso es lo que tú quieres creer. ¿Revisaste el boleto, es suficiente lo que te dejé en el sobre?
Franco:         No lo he visto pero sí, así está bien.
Alfredo:       ¿Leíste el contrato?
Franco:         Sí, pero cuando firmamos yo entendí otra cosa.
Alfredo:       Ni se te ocurra fallarles, te tienen perfectamente ubicado, vienen por ti y de los huevos te trepan al autobús, no hay vuelta para atrás. Y como de la firma hace más de seis años, creo que eso ya también se te olvidó.
Franco:         Qué pasa si me niego a cumplirlo.
Alfredo:       Mira compa, todas las autoridades son sus cómplices, capaz que te desaparecen y despiertas en algún beneficio de mineral al norte de Canadá y te diré está bastante más lejos. Aparte, tú sabes que nadie domina el uso del cianuro como tú y yo. Te vas a ir de espaldas cuando veas tu primer cheque.
Franco:         ¿Qué hago para convencerla? No me imagino la vida sin Sara.
Alfredo:       Se ve que el trabajo te vale madre. ¿A poco tienes miedo?

Franco:         ¿Miedo yo? (Pausa) Me sentiría feliz si se fuera conmigo pero dudo que quiera acompañarme.
Alfredo:       Pues yo creo que te vas apurando a lavarle el cerebro y empiezas a empacar, en dos días estarás en camino.
Franco:         Bueno, mañana te espero a cenar para que hablemos con ella.
Alfredo:       Pero yo qué tengo que hablar, convéncela tú, es tu vieja. Toma en cuenta que en seis largos años no podrás salir de la Planta. Y si no se le da la gana ir contigo, ni te acongojes, (lo toca jugando) allá sobra carnita para el chanchito.
Franco:         (Se resiste) La verdad no sé que hacer.
Alfredo:       Dices que ella ha cambiado, pero tú estás más gordo y ya se te olvidó reír.
                        Tú también eres otro.
Franco:         Y ¿qué esperabas encontrar?
Alfredo:       ¿Te acuerdas que me iba yo a casar antes de irme?
Franco:         No, ni supe.
Alfredo:       ¿Te acuerdas que te pedí que fueras tú primero?
Franco:         No.
Alfredo:       Cómo te vas a acordar si me mandaste en tu lugar sin tocarte el corazón, seguramente pensaste que nunca volvería. Sólo te informo que destrocé el corazón de una mujer y no vi morir a mis padres por cumplir tu capricho de niño consentido.
Franco:         Pero eres rico, al menos eso puedes agradecerme y seis años se pasan en un abrir y cerrar de ojos.

Alfredo:       ¿Será?     (Para sí) ¡Mira quien lo dice!   Salen. Baja la luz
Se ilumina de nuevo la cocina, Sara saca algo  del horno.
Sara:                          Ya podemos comer. Franco, ya está la cena. (Entra Franco) Ya está lista, creo que quedó como yo quería.
Franco:         Mmmm. Yomi, yomi. Por fin degustaré alguno de tu finos platillos. ¿Qué hiciste?
Sara:              Capelletti a la Caruso.
Franco:         ¿Y de postre?
Sara:              Ambrosía.
Franco:         (Intrigado) ¿Qué? ¿Qué cosa?
Sara:              Está en el refri, te va a encantar. Por cierto ¿leíste mi último correo?
Franco:         Sí, justo antes de empacar la computadora.
Sara:              No entiendo tu necedad de irte mañana.
Franco:         Ya te expliqué, tesoro, (suplicante) no veo qué hay que entender.
Sara:              ¿Por qué no me lo habías dicho?
Franco:         Ya te lo dije, me olvidé por completo.
Sara:              Entonces… ¿a dónde te vas?
Franco:         Eso ya también lo dije y qué más da, (nervioso) el lugar es lo de menos.
Sara:              ¿No te parece muy arriesgado?
Franco:         No quiero escenas, ni tonterías, me voy, me voy solo, por lo que veo, no sé por cuanto tiempo, mínimo cinco o seis años.
Sara:              ¿Cómo que no sabes? Tienes que haberlo planeado, un viaje así…


Franco:         Tengo que ir al encuentro de las cosas. ¿Tú crees que esto es fácil para mí? No voy a probar fortuna, voy a cumplir con un compromiso.
Sara:                         No te entiendo, lo único que tenías que hacer era conseguir un empleo. Bueno, digo… ni siquiera me pediste mi opinión. ¿Quieres que deje todo esto, lo que tanto tiempo me ha tomado construir?
Franco:         Tú sigue en tu trabajo, tendrás una boca menos que alimentar, y después... (Franco se levanta, enciende un cigarro, camina de un lado a otro) ya veremos.
Sara:              Hay algo extraño, un viaje, tan lejos, así de la noche a la mañana.
Franco:         No te estoy pidiendo permiso.
Sara:              ¿Ya lo saben tus padres?
Franco:         No.
Sara:              Bueno, y ¿qué pasará con nosotros?
Franco:         Hay dos caminos, te quedas aquí, como creo que has decidido, o te vas conmigo a esperar cómodamente el día en que me paguen, para entonces ya no tendrás que volver a preocuparte, habrá dinero de sobra. (La acaricia) Sólo hay que tener paciencia.
Sara:              Escúchame Franco, deberías quedarte ¿quieres seguir viviendo de ilusiones?
Franco:         Mi situación es…
Sara:                         Es realmente inestable. Mira, (falsa) todo lo que hagas tiene mi aprobación incondicional. Eso ya lo sabes.
Franco:         Pues no, no lo sabía.
Sara:              Pero de allí a que valga la pena…

Franco:         Y ¡cómo adivinar!
Sara:                         Son unos tres años los que llevamos juntos y me parece que has cambiado. Qué me espera si dejaremos de vernos por no sé cuánto tiempo.
Franco:         Te encontrarás entonces con un hombre unos años mayor.
Sara:              Para entonces seremos dos desconocidos.
Franco:         Ya, no hagas dramas, ¿no querías que encontrara trabajo?
Sara:              Sí, claro pero no con estas condiciones.
Franco:         La suerte está echada, enfrentemos lo que nos toca.
Sara:                         Franco, deja de comer esas porquerías, de qué sirve que me pase tanto tiempo en la cocina si mezclas la comida con esos asquerosos productos.
Franco:         (Se acerca amoroso) ¿Tengo alguna esperanza de que vayas a verme?
Sara:              No sé, no preguntes cosas que no puedo responder. (Lo acaricia) yo también  estoy preocupada.
Franco:         Nunca es tarde… Piénsalo, si no quieres ahora, alcánzame en un mes, en un año ¡qué sé yo!
Sara:              Estaba en la categoría de las mujeres sin hijos, ahora paso a las de las abandonadas.
Franco:         ¡Bájale! No es el caso.
Sara:              ¿Importa realmente?
Franco:         (Suena el timbre) Debe ser Alfredo.
Sara:              Te dije que no quiero verlo.
Franco:         Te dije que tienes que verlo, para que constates que no es cuento. Realmente existe.

Sara:              Tú cena con él, yo me voy a dormir.
Franco:         Al menos deja que te lo presente.
Sara:              No me interesa.
Sale. Se escucha  el murmullo de las voces de Franco y Alfredo  mientras baja la luz.
Se ilumina el despacho, hay una caja sobre el escritorio, entra Sara con una botella de vino y una charola de exquisitos bocadillos. Toma diversos objetos, los echa dentro de una caja, revisa papeles, abre cajones. Se escuchan pasos, alguien abre el cerrojo. Entra  Alfredo, lleva un cuadro, lo desempaca, pone un clavo en la pared y lo cuelga.  Mientras lo pone, Sara hace un espacio en el escritorio, acomoda dos copas y abre el vino. Habrá un juego de coqueteo y seducción de parte de los dos que irá subiendo de tono y de intensidad.
Alfredo:       (Contempla  el cuadro) Hasta hace algunos años, estos sitios eran considerados santuarios de la naturaleza, no era deseable que penetrara el hombre. Este hermoso lugar era prácticamente inaccesible. Pero ahora, gracias al desarrollo de las comunicaciones, es posible disfrutarlo. Cuando una obra queda terminada, se reciben los beneficios económicos derivados y se desarrolla...
Sara:                          Se desarrolla un aprovechamiento de los ingredientes comestibles que configuran lo que se llama “la cocina de las sobras.” (Alfredo se limpia las manos en la ropa, ella le ofrece una copa, muy sugestiva) El respeto por la comida constituye una ley inexorable que origina, sin duda, muchos platos, que no importa qué nombre se les ponga, son sabrosos y económicos.
Alfredo:       (Mirando el cuadro, brindan) Se desarrolla el uso potencial del suelo.
Sara:              Se convoca al grupo familiar.

Alfredo:       Hay que dotar  de un sistema que responda a la demanda.
Sara:              (Beben) Se caracteriza por el espíritu gregario.
Alfredo:       Corresponde a un tramo que permanecía desvinculado.
Sara:              (Coqueta, se acerca y lo acaricia) Se invita a comensales amigos.
Alfredo:       Se proyecta con las características para cumplir con el cambio climático.
Sara:              (Le da de comer en la boca) Este plato requiere un clima frío.
Alfredo:       La necesidad de cumplir estos requisitos ha constituido un desafío y…
Sara:                          Y debe justificar el aporte calórico. (Pausa) Seis interminables años, todo este largo tiempo he tenido que esperarte, ahora tienes que comer bien, recuperarte, la pesadilla ya terminó.
Alfredo:       Yo cumplí con mi parte, ya estoy de regreso y soy todo tuyo.
Sara:              Yo cumplí con la mía, encontré a tu interesado amigo.
Alfredo:       Yo diría ligeramente egoísta.
Sara:              Atrapé a tu ingrato, malagradecido amigo y lo convertí en menos que nada.
Alfredo:       Mi socio, Sarita, no te olvides, es mi socio.
Baja la luz muy lentamente, ellos siguen hablando, se acarician con movimientos sinuosos y actitudes lascivas, se escucha “Mañana de Carnaval” cantada por Tania Libertad.
                                               Oscuro


Mariluz Suárez Herrera (México, D.F., 1948)

Dramaturga, poeta y traductora, Mariluz ha impartido y coordinado diferentes talleres de Teatro y Poesía. También ha sido conferencista a nivel nacional e internacional, abordando distintos temas, entre los que destaca el papel de la mujer contemporánea en la sociedad actual. Se ha avocado a la traducción de dramaturgos extranjeros y de autores en lengua náhuatl. Actualmente, comparte su vida con el poeta Saúl Ibargoyen. Ha escrito una prolífica cantidad de obras de teatro, entre las que destacan:


A TRAVÉS DEL OJAL  (Registro SOGEM)
ACRACIA  (Registro SOGEM)
AGRURAS Y ACIDEZ (Registro SOGEM)
ANIMALES DE HERMOSA PIEL (Registro SOGEM)
AS DE OROS (Registro SOGEM)
AUSENCIA INMORTAL (Registro SOGEM)
CASTING METAFÍSICO (Registro SOGEM)
CORDERO Y MUSAKA (Registro SOGEM)
DONDE NI DIOS LAS PUEDE  (Registro SOGEM)
ENVENENADOS CON LA MUERTE (Registro SOGEM) publicado por Libros de Godot con el título ENVENENADOS CON LA VIDA
INVITACIÓN AL PARAÍSO (Registro SOGEM)
LA EDAD DE NUNCA JAMÁS (Registro SOGEM)
LA ÚLTIMA FONDA (Registro SOGEM)
LAS DIOSAS BLANCAS  (Registro SOGEM), Finalista III Concurso “Elena Garro” de Lectura Dramatizada, 2002. 
NECIA ESPERA (Registro SOGEM)
OCASO DE RAÍZ (Registro SOGEM)
PLATO DE SOPA Título original: TAZÓN DE CALDO Adaptación a texto dramático/autor no localizado.
PROHIBIDO SER FELIZ (Registro en trámite
PULSIÓN INEVITABLE (Registro SOGEM)
REFUGIO SOLIDARIO (Registro SOGEM)
SEIS TEXTOS BREVES (Registro SOGEM)
SIMULACROS (Registro SOGEM)
TRISTE TOPO DE TAPERA (Registro SOGEM)
También registrado como PREGUNTAS y RESPUESTAS
UN DÍA MÁS (Registro SOGEM)
ARCÁNGELES, LOS TRES (Registro en trámite)
LOS GATOS MIOPES (Registro en trámite)
RITUALES DE PASO TRUNCO (Registro en trámite)
LENTES PARA CIEGO (Registro en trámite)
ZAPATOS PARA CORRER (Registro en trámite)
GUANTES PARA SOÑAR (Registro en trámite)